Suelto este suspiro al viento:
¡Qué pena tan grande siento,
cuando me dejas tan pronto!
En este duro momento,
me quedo así, como tonto,
pareciendo un esperpento.
No puedo decirte cuánto
me parece esto un espanto.
No creas que me lo invento,
no callará mi lamento,
mientras, de nuevo, tu aliento,
y que me muera si miento,
no me impregne la pantalla...
¡De ese sabor de batalla!
¡Tu mal olor tan canalla!
¡Ese tufo que no calla!
Y que note que algo falla...
¿Aún luce mi pantalla?
Por favor... ¡Una toalla!
Por si la muerte, aquí, me halla...
Octosilábicas rimas,
para que no te deprimas,
porque un amigo sincero
por ti, se quita el sombrero.
Soy el que siempre te anima,
sin que te mees encima,
pues sabes bien controlar
la cosa esa, de mear,
ya que se suele, al reír,
sin mucho avisar, abrir...
Olvidando las braguetas,
no es apto para poetas,
sólo me resta decirte:
No vayas a despedirte
diciéndome que me vaya
al cuerno con estas odas
pésimas donde las haya
y, porque son malas todas,
me envíes al diablo mismo
del infierno y del abismo.
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