Ya no recuerdo cómo te llamabas
ni los ojos con los que me mirabas.
Tu cabello era del color del sol,
tu estatura, poco más que una col
y el sabor de tu piel, tu dulce piel,
era lo más parecido a la miel.
Sé que un día te dejé de llamar,
olvidando de dejarte de amar.
Pero, cuando quise volverte a ver,
ya te ibas a casar con otro ser.
Mis sentidos se liaron a tortazos,
patadas, chillidos y puñetazos.
Nunca pude llegar a comprender
por qué tan estúpido pude ser.
Dejé que escaparas y por eso hoy
no te tengo a ti, siendo lo que soy.
¿Para qué diablos me voy a quejar?
Tengo lo que se puede desear:
el recuerdo de tu beso primero...
¡Que hayas sido feliz es lo que espero!
No lo puedo decir sin un suspiro:
sucedió en el Estanque del Retiro.
Era una noche templada y oscura,
iluminada por una luz pura:
la que salía de mi alma confusa,
que sólo supo ponerme una excusa:
"Eres demasiado joven" me dijo...
¡Quédate un poco más en tu escondrijo!
¡Ay!... Que, a veces, una espera excesiva
no hace sino una esperanza abusiva.
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